domingo, 9 de agosto de 2015

La adoración en El Popol Vuh, “La escritura del dioss”, “Chac Mool” 

 Durante años el hombre ha intentado dejar muestra de las circunstancias que vive  diariamente. Los pobladores de las tierras americanas, mucho antes de la llegada de los conquistadores, buscaron una manera de dejar plasmada sus creencias para las futuras generaciones, por ello crearon formas de escritura con las cuales transmitieron estas creencias, su principal obra fue el Popol Vuh, el cual dio origen a diferentes trabajos dedicados, especialmente, a dar continuidad a las creencias de nuestro origen.
 Es por esta razón que existen relaciones de escritos de nuestra época con los expuestos por los antiguos pobladores de América, tal es el caso de “La escritura del Dios” de Jorge Luis Borges y “Chac Mool” de Carlos Fuentes, pues estos autores toman elementos esenciales del Popol Vuh para dar una visión más amplia de las creencias de los pueblos americanos. La creencia más resaltante propuesta en ambos escritos es la adoración a los dioses, ya que se debe tener en cuenta que según el Popol Vuh el hombre fue creado para adorar a sus dioses, esto mismo aunque de maneras distintas ocurre en las obras ya mencionadas. 
 En “La escritura del dios”, el sacerdote Tzinacán, adora a su dios Qaholom, desde el respeto y la aceptación de su destino, al tener en cuenta que su función primordial es el de salvar a los que aún viven según su cultura, a pesar de tener en contra el poder de los conquistadores y de las aberraciones que vivía el pueblo de Tzinacán. Igualmente, se puede ver la compasión que puede presentar Qaholom por su sacerdote al permitir que este pudiera descifrar luego de mucho tiempo lo descrito por él en la piel del jaguar.
 Por otra parte, en el Chac Mool, se da muestra de la adoración a un dios, pero de manera más obligada e imponente, ya que el Chac Mool es un dios, perverso que quiere toda veneración y sacrificio por parte de Filiberto, quien es el dueño de la figura del dios, haciendo miserable su vida y llevándolo a cometer actos que no son correspondidos a los valores de Filiberto. 
 En los tres escritos se evidencia adoración en las culturas mesoamericanas, la cual, se fundamentaba en adorar a sus dioses por medio de rituales, los cuales consistían en ofrendas de sangre, las cuales realizaban en ceremonias muy rigurosas en los templos dedicados a cada uno de sus ellos. Es por esta razón, que en los escritos antiguos encontrados en los templos se evidencia de manera detalla y explicita los pasos que seguían cada una de las ceremonias.
El tema de la adoración es un punto tan importante en estas culturas que por esto se ve presente en cada uno de los textos donde se da explicación sobre el origen y tradiciones de sus culturas. Estos escritos pueden ser relacionados con el Popol Vuh por su manera de recrear la relación de los seres humanos con sus dioses, debido a los pedimentos y los sacrificios que realizaban los hombres para complacer a las necesidades de adoración y veneración que necesitaban los dioses, de igual manera, los premios o castigos que eran dados a los hombres según la meta impuesta por el dios al cual veneraba, asimismo, es muy importante recalcar que los hombres fueron creados para la adoración y veneración y que por encima de sus propias necesidades estaban las decisiones de los dioses para el bien o el desarrollo normal de las poblaciones en las cuales se describen cada una de las historias.


domingo, 2 de agosto de 2015

El protagónico sacrificio

El mundo entero siempre ha querido revelar el misterio inmerso alrededor de la creación de la tierra, hay quienes prefieren las explicaciones con bases científicas y otros lo que sus creencias o religiones les han dado como cierto. Así, este tema ha dado mucha tela que cortar; y la literatura, sin lugar a dudas, ha impulsado la producción de textos transmisores de conocimientos predicados por las antiguas culturas, con la intención de preservarlos.
En este sentido, el Popol Vuh(también llamado libro del común de los Quiché o libro del consejo) es uno de los libros que destaca las creencias de un pueblo; siendo considerado sagrado para los mayas y el más importante de los textos que se conservan pertenecientes a esa cultura. Asimismo, a partir de ese escrito hay autores que tomándolo como referencia lo insertan en sus obras, es decir, hacen uso de la intertextualidad. Un ejemplo de ello es “La escritura de Dios”(a continuación por sus siglas, LEDD), de Jorge Luis Borges, quien hace muy notoria la relación entre estos textos cuando expresa:
Vi el universo y vi los íntimos designios del universo. Vi los orígenes que narra el Libro del Común. Vi las montañas que surgieron del agua, vi los primeros hombres de palo, vi las tinajas que se volvieron contra los hombres, vi los perros que les destrozaron las caras. Vi el dios sin cara que hay detrás de los dioses. Vi infinitos procesos que formaban una sola felicidad, y, entendiéndolo todo, alcancé también a entender la escritura del tigre (s.a., 1949).
Cabe resaltar, es evidente que hace alusión a los hechos narrados en el Popol Vuh (en lo sucesivo PV). Asimismo, estos textos tienen otros semblantes comunes, donde se destaca el sacrificio que realizan algunos personajes principales, como es el caso de Hunahpú e Ixbalanqué (PV) y del sacerdote (LEDD), quienes con el conocimiento de su futuro fatídico continúan con su propósito. Así, en el PV Hunahpú e Ixbalanquélo anuncian cuando le dicen a Xulú y Pacam (dos adivinos) lo siguiente:
Se os preguntará por los Señores de Xibalbá acerca de nuestra muerte, que están concertando y preparandopor el hecho de que no hemos muerto, ni nos han podido vencer, ni hemos perecido en sustormentos, ni nos han atacado los animales. Tenemos el presentí-miento en nuestro corazón de queusarán la hoguera para darnos muerte. Todos los de Xibalbá se han reunido, pero la verdad es que no moriremos. (p,30)
Del mismo modo, el sacerdote en LEDD cuando soportaba la tortura del encierro, sabía cuál era su destino. Así, piensa “yo, que alguna vez era joven y podía caminar por esta prisión, no hago otra cosa que aguardar, en la postura de mi muerte, el fin que me destinan los dioses”. Mientras, en su interior aguardaba el deseo de conocer el secreto que una noche reconoció como la salvación, entonces se decía:
Horas después empecé a avistar el recuerdo: era una de las tradiciones del dios. Éste, previendo que en el fin de los tiempos ocurrirían muchas desventuras y ruinas, escribió el primer día de la Creación una sentencia mágica, apta para conjurar esos males. La escribió de manera que llegara a las más apartadas generaciones y que no la tocara el azar. Nadie sabe en qué punto la escribió, ni con qué caracteres; pero nos consta que perdura, secreta, y que la leerá un elegido (s.a., 1949) .
Así pues, el sacerdote combatía una batalla oscura en la búsqueda de la “sentencia mágica” que pudiera ayudarlo a librarse de esa condena. Igualmente,Hunahpú e Ixbalanquécumpliendo con sus designios se dirigen hacia el Xibalbá (el inframundo) para luchar contra los reyes de allí. Entonces, debieron soportar una serie de pruebas, como son: la Casa del Frío,la Casa de los Tigres,la Casa de Fuego,la Casa de los Murciélagos (donde perdió la cabeza Hunahpú); En adelante, se cumplió lo que habían previsto, sus muertes (temporales).
Estos tres personajes, sobreponen el interés personal al bien común, dado que prefieren luchar contra el terror de la muerte y la prisión oscura que lo lleva a la ruina (según el caso) por hacer lo que creían correcto. Por ello, Hunahpú e Ixbalanqué planean derrotar a los reyes del Xibalbá; y sólo lo logran después que renacen de sus huesos lanzados en el río (por esto, se diría sufrieron una muerte temporal); hecho este que podría compararse con la resurrección del hijo de Dios en el cristianismo (Jesucristo).
De igual manera, el sacerdote se sacrifica a sí mismo, aunque logra conocer el secreto, se dice “Cuarenta sílabas, catorce palabras, y yo, Tzinacán, regiría las tierras que rigió Moctezuma. Pero yo sé que nunca diré esas palabras, porque ya no me acuerdo de Tzinacán”. No obstante, prefiere seguir siendo un hombre atormentado, quizás a causa de no creer que todo por cuanto él sufría merecía pronunciar un secreto con tanto poder. Finalmente, estos personajes fieles y creyentes a su cultura o religión, cumplen lo que su deseo interior les indica correcto.
Referencias
• La escritura de Dios (El Aleph). (2012). ML GRANDES ESCRITORES - José Luis Borges. (Consultado en julio de 2015). Disponible en: http://www.mundolatino.org/cultura/borges/borges_5.htm
• Recinos, A. (s/a). POPOL VUH. Las antiguas historias de Quiché. Traducción, introducción y notas de Adrían Recinos.

sábado, 1 de agosto de 2015

¿El Sacrificio: instrumento de adoración o castigo?. Comentario Crítico

Las culturas del área mesoamericana, formadas por una gran organización, procuraron dejar registros escritos de lo que era su forma de vida. En tal caso, el Popol Vuh las antiguas historias de Quiché, fue y sigue siendo uno de esos registros que permiten ver y conocer la idea de creación del mundo, los primeros padres y madres de dicha cultura, además, de aspectos religiosos, simbólicos y mitológicos que encierra el mundo Maya. Asimismo, es importante destacar que autores como Jorge Luis Borges y Carlos Fuentes, dedicaron algunos de sus relatos a estas culturas, el primero lo hizo en su cuento “La escritura del Dios” y el segundo en el “Chac Mool”.
En los tres textos se pueden ver aspectos comunes que los relacionan entre sí. En tal caso se comentará un aspecto interesante y que entra en la categoría de lo religioso y el culto, como lo son los sacrificios. En dichas culturas representaba algo muy importante porque simbolizaba su agradecimiento a los dioses, el ofrecimiento de la vida y la sangre era el culto predilecto de estos.
Se aprecia en el Popol Vuh como los dioses piden constantemente ser alabados, el no hacerlo propiciaría la destrucción; el punto central es que los dioses no se conformaban con alabanzas y sacrificios de animales en su nombre, pedían más por parte de los humanos como la muerte, la sangre; de sobre manera, el corazón de las víctimas y, la sangre de un lugar específico del cuerpo humano. En el Popol Vuh (s/a): “Luego se punzaban las orejas y los brazos ante la divinidad, recogían su sangre y la ponían en el vaso, junto a la piedra.”(pág. 44).En contraste, con lo citado y como dato interesante que entrelaza el texto base (Popol vuh), con el “Chac Mool”, lo representa el recipiente de piedra que lleva en sus manos, utilizado para poner la sangre y el corazón de la victima, como ofrenda divina.Esto por el hecho de que los dioses eran felices al ver que sus sacerdotes ofrecían en su nombre sangre de estas partes, la sangre representaba algo delicioso para ellos.
Continuando con el mismo tema, en “La escritura de dios” Jorge Luis Borges abarca este punto desde otra perspectiva, para explicar un poco mejor se citará lo siguiente, según Paiva(s/f):
Todavía estando vivo, el sacerdote principal le arrancaba el corazón (fruto de águila) del cuerpo con un puñal de pedernal y lo colocaba en una fuente de sacrificio. Aún latiendo, el corazón era ofrecido a los dioses. El pedernal tiene carácter sagrado porque está relacionado con los dioses de la lluvia. (s/p)
Lo que ocurre en dicho cuento, el protagonista el sacerdote Tzinacán, cuenta en su monólogo que con el cuchillo de pedernal ha oficiado sacrificios en los que ha abierto el pecho de sus víctimas, se podría entonces deducir que al decir: “he abierto el pecho de las victimas” hace alusión al ofrecimiento del corazón de la victima a su dios Qaholom. Pero, si vemos desde otro punto de vista el sacerdote también ha sufrido un castigo o sacrificio al no revelar el tesoro que esconde la pirámide de su dios. Él afirma que ha pasado por torturas como: ser castigado con metales ardientes, ser lacerado, golpeado fuertemente y luego ser encerrado en esa cárcel donde lleva muchos años viviendo y esperando con resignación la hora de su muerte.
Es algo que se parece a lo que las culturas Mesoamericanas en muchos casos hacían con sus víctimas, pasa en el PopolVuh, apresar a inocentes en contra de su voluntad, castigarlos, y aun sin morir aplicar métodos como el de sacar el corazón estando viva la persona.Por otra parte, en “Chac Mool” este elemento se ve de otra forma y, se aprecia la sangre como anunciadora de la muerte. El autor juega con la estatuilla que su personaje principal Filiberto ha comprado, este dios que vive gracias al agua, también, gusta de sacrificios y constantemente en el cuento aparece ese color rojo que denota sangre. Cuando Filiberto lo compró tenía salsa de tomate que representa dicha sustancia, igualmente, lo que presenció este en su oficina donde un guasón pintó de color rojo un garrafón de agua y el hecho de que Filiberto se da cuenta que su cuarto esta lleno de olor a incienso y sangre.
Asimismo, Quesada, (2013) afirma que Chac Mool pudo ser un guerrero que recibía sacrificios de sangre (s/p). Lo que remite una vez más a los incidentes comentados en los que esa sustancia juega un papel importante, para demostrar que este personaje mítico quería sangre y sacrificios pero en este caso su víctima es Filiberto quien sabía lo que su huésped buscaba: su muerte. Vemos una analogía entre el sacrificio de Cristo en el que se ofrenda la sangre de este por los pecados del mundo, algo similar pasa en el “Chac Mool”, donde la muerte de Filiberto es parte de una ofrenda para la estatuilla.
Otro punto que entrelaza los textos, es cuando el Chac Molll sacrificaba animales para su sustento, lo que ocurre en el Popol Vuh, los dioses Tohil, Avilix y Hacavitz ordenaron a los primeros padres sacrificar animales para su ofrenda. En cuanto a “La escritura del dios”, es el sacrificio desde lo personal, dar la felicidad y la vida por el sufrimiento, como el de Tzinacán y Filiberto, en donde cada uno sabe que tarde o temprano llegará su final. Para concluir, este comentario hace mención a una de las muchas relaciones que pueden guardar los textos entre sí, por tanto, para una mejor comprensión vale la pena escudriñar y conocer más de lleno lo que leemos.
Referencias electrónicas
Paiva, S. (2005). Cultos religiosos de los mayas y aztecas: los sacrificios humanos.Múnich, GRIN Verlag. [ http://www.grin.com/es/e-book/41083/cultos-religiosos-de-los-mayas-y-aztecas-los-sacrificios-humanos]
Quesada, S. (2012). Mitos de la mexicanidad en "ChacMool" de Carlos Fuentes. [https://halshs.archives-ouvertes.fr/halshs-00876363]
Recinos, A. (s/a). POPOL VUH. Las antiguas historias de Quiché. Traducción, introducción y notas de Adrían Recinos.

lunes, 27 de julio de 2015

"La escritura del dios" de Jorge Luis Borges

La cárcel es profunda y de piedra; su forma, la de un hemisferio casi perfecto, si bien el piso (que también es de piedra) es algo menor que un círculo máximo, hecho que agrava de algún modo los sentimientos de opresión y de vastedad. Un muro medianero la corta; éste, aunque altísimo, no toca la parte superior de la bóveda; de un lado estoy yo, Tzinacán, mago de la pirámide de Qaholom, que Pedro de Alvarado incendió; del otro hay un jaguar, que mide con secretos pasos iguales el tiempo y el espacio del cautiverio. A ras del suelo, una larga ventana con barrotes corta el muro central. En la hora sin sombra se abre una trampa en lo alto,, y un carcelero que han ido borrando los años maniobra una roldana de hierro, y nos baja en la punta de un cordel, cántaros con agua y trozos de carne. La luz entra en la bóveda; en ese instante puedo ver al jaguar. He perdido la cifra de los años que yazgo en la tiniebla; yo, que alguna vez era joven y podía caminar por esta prisión, no hago otra cosa que aguardar, en la postura de mi muerte, el fin que me destinan los dioses. Con el hondo cuchillo de pedernal he abierto el pecho de las víctimas, y ahora no podría, sin magia, levantarme del polvo. La víspera del incendio de la pirámide, los hombres que bajaron de altos caballos me castigaron con metales ardientes para que revelara el lugar de un tesoro escondido. Abatieron, delante de mis ojos, el ídolo del dios; pero éste no me abandonó y me mantuvo silencioso entre los tormentos. Me laceraron, me rompieron, me deformaron, y luego desperté en esta cárcel, que ya no dejaré en mi vida mortal. Urgido por la fatalidad de hacer algo, de poblar de algún modo el tiempo, quise recordar, en mi sombra, todo lo que sabía. Noches enteras malgasté en recordar el orden y el número de unas sierpes de piedra o la forma de un árbol medicinal. Así fui revelando los años, así fui entrando en posesión de lo que ya era mío. Una noche sentí que me acercaba a un recuerdo preciso; antes de ver el mar, el viajero siente una agitación en la sangre. Horas después empecé a avistar el recuerdo: era una de las tradiciones del dios. Éste, previendo que en el fin de los tiempos ocurrirían muchas desventuras y ruinas, escribió el primer día de la Creación una sentencia mágica, apta para conjurar esos males. La escribió de manera que llegara a las más apartadas generaciones y que no la tocara el azar. Nadie sabe en qué punto la escribió, ni con qué caracteres; pero nos consta que perdura, secreta, y que la leerá un elegido. Consideré que estábamos, como siempre, en el fin de los tiempos y que mi destino de último sacerdote del dios me daría acceso al privilegio de intuir esa escritura. El hecho de que me rodeara una cárcel no me vedaba esa esperanza; acaso yo había visto miles de veces la inscripción de Qaholom y sólo me faltaba entenderla. Esta reflexión me animó, y luego me infundió una especie de vértigo. En el ámbito de la tierra hay formas antiguas, formas incorruptibles y eternas; cualquiera de ellas podía ser el símbolo buscado. Una montaña podía ser la palabra del dios, o un río o el imperio o la configuración de los astros. Pero en el curso de los siglos las montañas se allanan y el camino de un río suele desviarse y los imperios conocen mutaciones y estragos y la figura de los astros varía. En el firmamento hay mudanza. La montaña y la estrella son individuos, y los individuos caducan. Busqué algo más tenaz, más invulnerable. Pensé en las generaciones de los cereales, de los pastos, de los pájaros, de los hombres. Quizá en mi cara estuviera escrita la magia, quizá yo mismo fuera el fin de mi busca. En ese afán estaba cuando recordé que el jaguar era uno de los atributos del dios. Entonces mi alma se llenó de piedad. Imaginé la primera mañana del tiempo, imaginé a mi dios confiando el mensaje a la piel viva de los jaguares, que se amarían y se engendrarían sin fin, en cavernas, en cañaverales, en islas, para que los últimos hombres lo recibieran. Imaginé esa red de tigres, ese caliente laberinto de tigres, dando horror a los prados y a los rebaños para conservar un dibujo. En la otra celda había un jaguar; en su vecindad percibí una confirmación de mi conjetura y un secreto favor. Dediqué largos años a aprender el orden y la configuración de las manchas. Cada ciega jornada me concedía un instante de luz, y así pude fijar en la mente las negras formas que tachaban el pelaje amarillo. Algunas incluían puntos; otras formaban rayas trasversales en la cara interior de las piernas; otras, anulares, se repetían. Acaso eran un mismo sonido o una misma palabra. Muchas tenían bordes rojos. No diré las fatigas de mi labor. Más de una vez grité a la bóveda que era imposible descifrar aquel testo. Gradualmente, el enigma concreto que me atareaba me inquietó menos que el enigma genérico de una sentencia escrita por un dios. ¿Qué tipo de sentencia (me pregunté) construirá una mente absoluta? Consideré que aun en los lenguajes humanos no hay proposición que no implique el universo entero; decir el tigre es decir los tigres que lo engendraron, los ciervos y tortugas que devoró, el pasto de que se alimentaron los ciervos, la tierra que fue madre del pasto, el cielo que dio luz a la tierra. Consideré que en el lenguaje de un dios toda palabra enunciaría esa infinita concatenación de los hechos, y no de un modo implícito, sino explícito, y no de un modo progresivo, sino inmediato. Con el tiempo, la noción de una sentencia divina parecióme pueril o blasfematoria. Un dios, reflexioné, sólo debe decir una palabra, y en esa palabra la plenitud. Ninguna voz articulada por él puede ser inferior al universo o menos que la suma del tiempo. Sombras o simulacros de esa voz que equivale a un lenguaje y a cuanto puede comprender un lenguaje son las ambiciosas y pobres voces humanas, todo, mundo, universo. Un día o una noche -entre mis días y mis noches ¿qué diferencia cabe?- soñé que en el piso de la cárcel había un grano de arena. Volví a dormir; soñé que los granos de arena eran tres. Fueron, así, multiplicándose hasta colmar la cárcel, y yo moría bajo ese hemisferio de arena. Comprendí que estaba soñando: con un vasto esfuerzo me desperté. El despertar fue inútil: la innumerable arena me sofocaba. Alguien me dijo: "No has despertado a la vigilia, sino a un sueño anterior. Ese sueño está dentro de otro, y así hasta lo infinito, que es el número de los granos de arena. El camino que habrás de desandar es interminable, y morirás antes de haber despertado realmente." Me sentí perdido. La arena me rompía la boca, pero grité: "Ni una arena soñada puede matarme, ni hay sueños que estén dentro de sueños." Un resplandor me despertó. En la tiniebla superior se cernía un círculo de luz. Vi la cara y las manos del carcelero, la roldana, el cordel, la carne y los cántaros. Un hombre se confunde, gradualmente, con la forma de su destino; un hombre es, a la larga, sus circunstancias. Más que un descifrador o un vengador, más que un sacerdote del dios, yo era un encarcelado. Del incansable laberinto de sueños yo regresé como a mi casa a la dura prisión. Bendije su humedad, bendije su tigre, bendije el agujero de luz, bendije mi viejo cuerpo doliente, bendije la tiniebla y la piedra. Entonces ocurrió lo que no puedo olvidar ni comunicar. Ocurrió la unión con la divinidad, con el universo (no sé si estas palabras difieren). El éxtasis no repite sus símbolos: hay quien ha visto a Dios en un resplandor, hay quien lo ha percibido en una espada o en los círculos de una rosa. Yo vi una Rueda altísima, que no estaba delante de mis ojos, ni detrás, ni a los lados, sino en todas partes, a un tiempo. Esa Rueda estaba hecha de agua, pero también de fuego, y era (aunque se veía el borde) infinita. Entretejidas, la formaban todas las cosas que serán, que son y que fueron, y yo era una de las hebras de esa trama total, y Pedro de Alvarado, que me dio tormento, era otra. Ahí estaban las causas y los efectos, y me bastaba ver esa Rueda para entenderlo todo, sin fin. ¡Oh dicha de entender, mayor que la de imaginar o la de sentir! Vi el universo y vi los íntimos designios del universo. Vi los orígenes que narra el Libro del Común. Vi las montañas que surgieron del agua, vi los primeros hombres de palo, vi las tinajas que se volvieron contra los hombres, vi los perros que les destrozaron las caras. Vi el dios sin cara que hay detrás de los dioses. Vi infinitos procesos que formaban una sola felicidad, y, entendiéndolo todo, alcancé también a entender la escriturad del tigre. Es una fórmula de catorce palabras casuales (que parecen casuales), y me bastaría decirla en voz alta para ser todopoderoso. Me bastaría decirla para abolir esta cárcel de piedra, para que el día entrara en mi noche, para ser joven, para ser inmortal, para que el tigre destrozara a Alvarado, para sumir el santo cuchillo en pechos españoles, para reconstruir la pirámide, para reconstruir el imperio. Cuarenta sílabas, catorce palabras, y yo, Tzinacán, regiría las tierras que rigió Moctezuma. Pero yo sé que nunca diré esas palabras, porque ya no me acuerdo de Tzinacán. Que muera conmigo el misterio que está escrito en los tigres. Quien ha entrevisto el universo, quien ha entrevisto los ardientes designios del universo, no puede pensar en un hombre, en sus triviales dichas o desventuras, aunque ese hombre sea él. Ese hombre ha sido él, y ahora no le importa. Qué le importa la suerte de aquel otro, qué le importa la nación de aquel otro, si él, ahora, es nadie. Por eso no pronuncio la fórmula, por eso dejo que me olviden los días, acostado en la oscuridad.

http://www.mundolatino.org/cultura/borges/borges_5.htm